CÓMO RECUPERAR LA ACTIVIDAD ECONÓMICA CON LA COVID-19 (2 de 4): QUÉ HA FALLADO EN LA GESTIÓN PARTE-II

QUÉ HA FALLADO EN LA GESTIÓN DE LA PANDEMIA EN ESPAÑA Y QUÉ DEBEMOS APRENDER – 2ª PARTE

En el artículo anterior “Qué ha fallado en la gestión de la pandemia de Covid-19 en España – Parte I”, relacionamos los que, a nuestro juicio, han sido los errores más relevantes:

  1. No estudiar el peligro, minusvalorarlo y no identificar la gravedad de sus posibles consecuencias.
  2. Marcar objetivos insuficientes.
  3. Equipos de gestión incompletos.
  4. Medidas a adoptar insuficientes.
  5. Ejecución de las acciones necesarias caudillista.
  6. Seguimiento pobre, sin aprendizaje ni corrección
  7. Gestión de la información inútil y convertida en propaganda

Y desarrollamos los cuatro primeros. En el presente artículo, lo haremos con los tres restantes y expondremos nuestras conclusiones.

QUINTO ERROR: EJECUCIÓN CAUDILLISTA DE LAS ACCIONES NECESARIAS

Con las ideas poco claras y con falta de las personas adecuadas, como vimos en el artículo anterior, poca eficacia cabía esperar de la implementación de las medidas. Ante los distintos problemas, o no se ha hecho nada o se ha pretendido realizar un montón de acciones descoordinadas y de dudosa eficacia. En ambos casos, el resultado a la vista está.

La ejecución es lo que más se ve. Y como esta se ha realizado equivocadamente, los errores de implementación que se advierten son numerosos y clamorosos. Por el contrario, tiene la ventaja de que es de donde más se puede aprender, si es que se tiene la necesaria humildad.

Un error clamoroso ha sido y está siendo la no distinción entre efecto y causa. No ya sólo porque estamos ante un problema que no es exclusivamente sanitario, sino también social y económico. Sino porque, dentro del ámbito sanitario, para resolver el problema de la saturación de los centros de salud, que era el efecto, había y hay que actuar en la causa que lo genera, es decir, en la evitación de los contagios. Había que gestionar y resolver el primero, pero en paralelo había que actuar con contundencia sobre el segundo.

Otro error grave ha sido plantear la lucha contra el virus de arriba a abajo, es decir, desde el gobierno hacia los ciudadanos y de fuera a dentro, desde el gobierno hacia las empresas, centralizando todas las decisiones, pretendiendo ser más eficaces por ser más rápidos. Esto se ha visto aderezado por lo que podríamos denominar el “síndrome del jefe arrogante y novato” que piensa que porque lo han nombrado jefe o jefa, tiene ya la obligación de dominar su campo de actuación sin necesitar a sus colaboradores y no consulta nada, destrozando a su equipo en poco tiempo, que se ve ninguneado.

El virus “salta” de persona a persona y, como ya hemos dicho, es cada persona la que lucha o no contra el virus y la que vence o no al virus. La lucha contra el virus sólo puede ser de abajo a arriba, desde la ciudadanía hacia el gobierno y el papel de este es el de preparar y ayudar a que la ciudadanía combata con éxito. Ha faltado y falta informar, formar y concienciar a cada ciudadano, para que luche eficazmente, allá donde esté, como también trasladarle datos sobre los lugares donde el riesgo de contagio es alto, para que tome especiales precauciones, y donde no. En este ámbito, no advertir de que las únicas mascarillas que protegen del contagio del virus son las del tipo ffp2 o superiores es intolerable. En la plataforma digital de Valuegensys-safety hay disponible un curso online para la ciudadanía desde mediados de mayo, que cubre estos aspectos.

A nivel de empresas e instituciones, se han dado algunas pautas de actuación genéricas, en forma de recomendaciones o restricciones en su funcionamiento (limitación de aforos, de horarios, etc.). También se han promovido los planes de contingencia, para activar al conocer un caso infectado o sospechoso. Esto está bien, pero es insuficiente. No se ha promovido el despliegue masivo de planes de prevención en empresas e instituciones, para evitar el contagio de clientes (o usuarios), trabajadores y proveedores, planes que tienen que ser necesariamente personalizados, adaptados a la actividad y a las instalaciones de cada local y que, para definirlos e implementarlos, es necesario saber de prevención. Vuelve a ser una actividad de abajo a arriba.

En este último apartado, por ejemplo, no es lo mismo limitar a 10 el número de personas que pueden estar presentes en un local, como se ha dictado, si este es abierto o cerrado, si tiene 15 metros cuadrados o 150, si siendo cerrado no tiene ventilación o tiene una ventilación que garantiza la extracción de cualquier carga vírica, si las 10 personas están con mascarilla adecuada o sin mascarilla, si se controla y se procura que el virus no acceda al local o no se controla nada, etc., etc. Las técnicas de prevención son las que, adecuadamente aplicadas a cada local y circunstancia, te permiten funcionar con bastantes garantías. En la plataforma digital de Valuegensys-safety hay disponible un curso online para la elaboración de planes de prevención por las empresas desde finales de mayo.

Otro error grave de principiante ha sido centralizar las compras de material de protección, cuando se contaba por años el tiempo que esta labor estaba descentralizada a las CC.AA. Por poner un poco de humor, podríamos decir que hay que ser bastante ingenuo para, sin dominar un tema, intentar engañar a los chinos en la compra de mascarillas… Desdeñar la función de aprovisionamiento de este material ha sido nefasto en calidad del material, plazo y coste, o sea, en los tres atributos principales de esa función.

Pero quizás el peor error de todos se ha manifestado con el lema de la campaña del gobierno “este virus lo paramos unidos”. Lema sugerente, pero que, como veremos enseguida, parece fruto de otro movimiento de ingeniería social, totalmente ineficaz contra el virus. Porque lo de “unidos” hace pensar que trabajaremos en equipo y que cada parte aportará lo mejor de sí misma; es más, que juntos seremos capaces de conseguir un resultado muy superior al que conseguiríamos cada parte por separado. Pues nada de eso: aquí, el gobierno se ha dedicado a mandar y ha pedido que los demás nos dediquemos a obedecer; y quien no ha obedecido, ha sido calificado con no sé cuántas lindezas de tipo político o social. El efecto conseguido ha sido el esperado en cualquier equipo: personas y empresas no involucradas, con la actitud de “ya me dirán lo que tengo que hacer …” o, peor aún, sin aportar sus conocimientos y habilidades del todo necesarios, para combatir la pandemia sanitaria y económica desde abajo.

Bien por creerse en posesión de la verdad, bien para esconder sus graves carencias, el gobierno no ha preguntado a nadie, no ha escuchado a nadie, no ha recogido ninguna sugerencia, no ha incorporado a nadie en la lucha contra el virus para evitar más muertes de personas y de empresas, en un combate en el que cada persona y cada empresa son im-pres-cin-di-bles. En vez de impulsar y facilitar que cada empresa e institución se dote de planes de prevención potentes, que permitan reanudar la actividad con seguridad sanitaria cuanto antes y a las personas para que sepan gestionar y desenvolverse con seguridad sanitaria en cualquier circunstancia, también para reanudar la actividad normal con riesgo casi nulo de contagio, lo que han conseguido es que todo el mundo se prepare para cuando no se sabe qué mano mágica reanude la actividad. En vez de activar todos nuestros recursos humanos, han conseguido adormecerlos o introducirlos en un estado zombi, es decir aquel estado en el que la persona se supone muerta y ha sido reanimada por brujería con el fin de dominar su voluntad. Evidentemente, hasta que todos esos recursos no se pongan en marcha, no resolveremos ni la pandemia, ni la economía.

La forma en que se han hecho llegar las instrucciones también ha sido y sigue siendo penosa. Cuando unas instrucciones han de ser seguidas por muchas personas, es necesario que sean: pocas, entendibles, justificadas, realizables, eficaces y punibles.

En Prevención, tenemos claro que a mayor intensidad del riesgo, mayor severidad de las medidas de prevención a aplicar. El dedicar esfuerzos de forma indiscriminada es mucho menos eficaz, porque desgastas recursos donde no hace falta y aplicas menos de los requeridos donde son necesarios. Desde febrero y durante los meses siguientes, hemos ido conociendo circunstancias y casos documentados, en diversas partes del mundo, en que el contagio es mucho más intenso y donde la enfermedad es mucho más letal. Está estudiado cómo alrededor del 10% de las personas son causa del 80% de los contagios, sobre todo cuando se encuentran en lo que se ha venido a denominar “eventos supercontagiadores”: fiestas descontroladas y sin protección, ciertas reuniones familiares o de amigos sin protección, temporeros descontrolados, barrios más pobres con menos medios para hacerse con sus protecciones, residencias de mayores, puntos de mucho tráfico de personas, tales como aeropuertos, centros comerciales, eventos deportivos, etc. Todas estas actividades se pueden realizar, pero con las necesarias medidas de prevención, que deben ser más severas en su definición y más contundentes en su coerción.

También se ha confundido el control de las personas con el control del virus y la permisividad con la libertad. Crasos errores. Si el 10% de la población genera el 80% de los contagios, más vale que identifiquemos y gestionemos certeramente la prevención de contagio de ese 10%. Apelar sólo a la responsabilidad, para que la población cumpla las instrucciones, es bastante ingenuo y los resultados, en forma de rebrotes, ahí están. Normas pocas, entendibles, realizables y de coerción contundente. Mucho más donde el riesgo sea mayor y donde el resultado sea peor. No es aceptable que toda una comunidad pague las consecuencias de 4 descerebrados que no se protegen o que no hacen cumplir las normas.

Respecto a los colectivos de alta vulnerabilidad, como son tanto las residencias de mayores por sus circunstancias personales, como el personal sanitario por su alta exposición al riesgo de contagio, era y sigue siendo imprescindible diseñar e implantar urgentemente un plan nacional de defensa, es decir de prevención, implicando a todo el mundo que sea necesario y apartando a los que frenen la consecución de resultados.

El caso de las escuelas merece una mención específica. Empiezan en septiembre y van a adoptar unas pocas recomendaciones, pero no han desplegado planes de prevención. Los niños y jóvenes presentan una sintomatología mucho más leve que el resto de la población, aunque también contagian en período infeccioso. Lo más probable es que, sin medidas específicas de prevención, los contagios se disparen y al ser menos perceptibles también aumenten los rebrotes. La convivencia será un intercambio muy “interesante” de cargas víricas: de estar todo el día en la escuela a casa, en casa convivencia con los familiares, los familiares adultos al trabajo y vuelta a casa, de casa a la escuela. Resultado: contagios a manta. Estando a principios de agosto, esperemos que en esta ocasión tengamos la habilidad necesaria para aprender rápido, estudiando la gestión de la apertura de las escuelas en Alemania y aplicar las conclusiones a las nuestras.

En resumen, la táctica de implementación ha sido la opuesta a la más conveniente: hemos implantado medidas para que no se colapsara el sistema sanitario y, en el mejor de los casos, medidas para no contagiarnos e ir arrancando la actividad económica y social conforme la situación amainara; en vez de implantar medidas de prevención para arrancar todas las actividades coordinadas, con seguridad sanitaria e impidiendo que las personas se contagien.

SEXTO ERROR: SEGUIMIENTO POBRE, SIN APRENDIZAJE NI CORRECCIÓN

Con objetivos incompletos y con ideas poco claras sobre qué medidas poner en marcha para alcanzarlos, realizar un seguimiento útil se convierte en empeño inalcanzable.

El seguimiento de resultados y el análisis de la eficacia de las medidas aplicadas, nos permite ver si vamos o no hacia los objetivos marcados, si lo hacemos a la velocidad adecuada, aprender sobre lo que funciona y lo que no funciona y corregir lo que se estime que conviene, para avanzar más rápido hacia los objetivos.

Esto requiere definir y poner en marcha previamente indicadores que permitan controlar ciertos resultados e indicadores que registren ciertos parámetros de las medidas aplicadas, es decir, de lo que podríamos denominar los procesos de prevención.

Se dice que el inteligente aprende de sus errores y que el sabio también lo hace de los errores de los demás. Por tanto, conviene aprender además de otros países que tienen el mismo problema, lo que conviene hacer y lo que no conviene hacer. Y ciertos países ya están poniendo a España como ejemplo de lo que no se debe hacer.

Teniendo en cuenta que la acción en la pandemia la realizan principalmente las personas y las empresas, quienes deben aplicar las medidas y corregirlas son ellos. Por lo tanto, cualquier ciudadano mínimamente informado ha observado el seguimiento que se ha realizado o no en los últimos meses.

Durante el confinamiento, el seguimiento que nos ofrecían a diario era la curva de los contagiados, el número de contagiados, hospitalizados en planta, hospitalizados en UCI y fallecidos. La obsesión era aplanar la curva, y el objetivo que no se saturara el sistema sanitario. ¿Y sobre las medidas de prevención para evitar que se contagiaran más personas y la eficacia que estábamos consiguiendo? Nada de nada. Pues es lo que hacía falta, porque la curva se aplanaba consiguiendo contagios cero… Fuimos por detrás del virus.

Nos desconfinaron y seguíamos sin medidas de prevención eficaces. Resultado: rebrotes. Seguimiento: cuántos rebrotes tenemos, de cuantas personas y donde; eso sí, en cuanto se identifica un rebrote, rastrear contactos, hacer PCRs y poner en cuarentena, a veces “light” a los afectados. Pero esto donde el virus ya está extendido y, sin son muchas personas, confinar a todo el pueblo. Objetivo: que no se sature el sistema sanitario. Otra vez sin medidas para impedir los contagios, otra vez por detrás del virus.

¿Qué no hemos hecho? Actuar con medidas de prevención, medir y mirar más atrás, para impedir los contagios y para facilitar que cada día hubiera más empresas activas sanitariamente seguras; medir y seguir el terreno que vamos ganando al virus, identificando las zonas que ya están aseguradas y las que todavía no se pueden ni visitar; no poner en marcha medidores para relacionar dónde el avance es firme o es temporal; tampoco hemos incorporado la comparación con los mejores, para aprender más rápido y difundir lo aprendido a la población interesada.

Las intervenciones públicas para informar supuestamente sobre seguimiento han sido frustrantes. En vez de trasladarnos lo que funciona o no y lo que debíamos hacer o no, se han limitado a hacer de locutor, describiendo los datos de cómo íbamos y prever si se saturaría el sistema sanitario o no. Pero de metas concretas, acciones y medidas emprendidas, resultados conseguidos, eficacia de lo realizado y aplicación de lo aprendido, nada de nada.

Por lo tanto, podemos concluir que el seguimiento realizado ha sido pobre en los objetivos que las autoridades se habían marcado e inexistente en lo realmente relevante, como es impedir los contagios y conseguir la normalización de la actividad económica y social.

Posiblemente, lo más grave de todo es no haber puesto en marcha todo el dispositivo necesario para identificar porqué se ha producido cada rebrote y extender la aplicación de las conclusiones al resto del país. Es decir, aprovechar buena parte de los rebrotes, como pruebas de laboratorio. Por tanto, no hemos puesto en marcha la potente herramienta de análisis causa-efecto, no hemos aprendido nada y no hemos corregido nada.

 

SÉPTIMO ERROR: GESTIÓN DE LA INFORMACIÓN INÚTIL Y CONVERTIDA EN PROPAGANDA

Casi la totalidad de la población no irá a un lugar del que tiene fundada sospecha de que no es un lugar seguro. Y, si ese lugar es tu propio pueblo o ciudad, preferirás no salir de casa y te autoconfinarás. Si se trata de otra ciudad, en tu país o en el exterior, a la que tienes la opción de ir, procurarás evitarlo. Y si están en juego tus familiares, harás lo necesario para protegerlos.

En el contexto actual, es clave disipar la incertidumbre para reanudar la actividad económica y social con garantías sanitarias, evitando los contagios. Y para disipar la incertidumbre hay que hacer una buena gestión de la información. Sin información, no hay con-fianza: primero recibo el mensaje y segundo evalúo si es creíble o no.

Como ciudadano, para moverme con seguridad sanitaria, no contagiarme y estar con tranquilidad, necesito tener certeza de que los medios de protección que utilizo son eficaces y no puedo contagiarme y certeza basada en alguna razón científico-técnica y no porque lo acepte sin más. Si voy a ir a un lugar o voy a usar un transporte, también necesito saber si han estudiado cómo evitar que me contagie, qué medidas de prevención han definido, si las tienen en marcha y si están resultando eficaces; como también qué comportamientos me demandarán, a mí y al resto de personas, para estar todos seguros.

En una población, necesito saber qué establecimientos gestionan un sistema de prevención eficaz y los que no, para ir a los primeros y evitar los segundos. Y si, en un municipio, todos los establecimientos y lugares públicos son gestionados adecuadamente y es casi imposible comportamientos incívicos, me moveré con tranquilidad. Y lo mismo si se agregan varios municipios colindantes y constituyen una comarca bien gestionada. Por último, si dispongo de un medio de transporte sanitariamente seguro desde mi casa hasta esa comarca, iré, estaré allí y volveré, todo ello con seguridad sanitaria y tranquilidad. Está claro lo contraproducente que es una equivocada permisividad.

Pues es evidente que, para conseguir lo anterior, es decir para generar certidumbre, lo cual genera confianza, no hemos estado y no estamos informando prácticamente nada. A lo sumo, dónde están surgiendo nuevos rebrotes, cuantos PCRs están haciendo y cómo evoluciona el número de afectados; o sea, hacemos pruebas para que el que ya está infectado se quede en casa o vaya al hospital y el que no está infectado quede libre para poder contagiarse; porque nadie habla de las medidas de prevención de contagio, que se adoptan en cada lugar con rebrote, si es que se adopta alguna. Resultado: el ciudadano concluye que el contagio en ese sitio no está controlado y todo el mundo evita ir a un pueblo, comarca o región con rebrotes. Y todavía nos extraña que otros países recomienden a sus ciudadanos que no viajen a zonas con rebrotes…

Ha sido una imprudencia grave expandir la voz de que somos un destino sanitariamente seguro, cuando no podíamos ofrecer datos concretos sobre nuestras ciudades y empresas que mostraran porqué hacíamos esa afirmación. Como lo es animar a que la población vuelva a una normalidad parcial, sin tener y generar certeza sanitaria de que se esté combatiendo el contagio eficazmente. Esas afirmaciones sin fundamento generan desconfianza.

En ciertas ocasiones, hemos enviado mensajes titubeantes, cuando no contradictorios, mostrando inseguridad, lo cual genera también desconfianza.

Las informaciones relativas al número de personas fallecidas han sido, cuando menos, muy poco afortunadas, mostrando falta de transparencia. Y la falta de transparencia genera también desconfianza.

En ocasiones, hemos informado trasladando datos ciertos, pero de una forma con escasa profesionalidad, sin acompañarlos con las implicaciones para el informado: no es lo mismo decir 1.000 fallecidos en total que 1.000 fallecidos en abril y desde entonces ni un contagio ni un fallecido más. Tampoco es lo mismo decir 65 fallecidos, que 65 fallecidos en una población de 1.000.000 habitantes o en una residencia con 70 personas. Y, cuando alguien te lo hace ver a posteriori de dar la información, te entra la sensación de que pretenden manipularte, lo cual vuelve a generar desconfianza.

No hemos ofrecido tampoco información permanente y actualizada diariamente sobre las condiciones de cada lugar, imprescindible para mostrar que se tiene bajo control, y si no se dan síntomas claros de control, se genera desconfianza.

Las autoridades no han puesto en marcha un sistema fiable que les permita estar puntualmente informados y antes que los medios de comunicación. Muchas informaciones llegan a la población a través de los medios de comunicación, lo que genera el mensaje de que las autoridades no tienen la situación bajo control. Resultado: desconfianza.

Tampoco se ha desarrollado un sistema de información que permita determinar qué zonas están y permanecen aseguradas, cuáles están en gestión de disipación de carga vírica y cuáles están confinadas, indicando que sólo las primeras son visitables. Es decir, no nos hemos adelantado a cerrar las zonas no visitables. Y la desconfianza generada ha provocado que sean las autoridades de otros países las que nos cierren zonas, incluso más de las necesarias.

Por último, la información debe estar adaptada al entendimiento del receptor. Ha habido una carencia muy importante en campañas de formación e información para los jóvenes. Desde fuera, ven que nuestros jóvenes parecen descontrolados y ese descontrol genera desconfianza.

Cuando se ha roto la confianza, reconstruirla requiere esfuerzo y tiempo.  Hemos repetido en varios de los párrafos anteriores la palabra desconfianza para poner de manifiesto que, por el camino por el que nos están llevando y nosotros vamos y a la escasa velocidad a la que avanzamos, la recuperación tomará un número de años, que no lo bajaría del quinquenio.

La mayor parte de la información que nos ha llegado no sólo ha sido inútil para generar confianza, sino que ha venido aderezada como propaganda, al destacar “lo bien que lo estamos haciendo”, cuando la realidad, como hemos visto, es bien distinta.

CONCLUSION

No han estudiado suficientemente el riesgo, se han quedado cortos en los objetivos, no han recurrido a los profesionales necesarios, se han conformado con unas pocas medidas ineficaces, lo han querido resolver las autoridades solas sin contar con todos los demás, no han aprendido de los errores y en vez de informar para generar confianza, han difundido propaganda.

Parecería que se han combinado la ignorancia, la arrogancia y la insolidaridad para generar una gran mediocridad. Y eso es un caldo de cultivo estupendo para el virus. La gestión de la pandemia y la recuperación económica demanda lo mejor de nosotros mismos, demanda que apuntemos a la excelencia y que nos atrevamos, aparcando nuestra fuerte aversión al riesgo y comodidad.

Ya empiezan a alertarnos hasta nuestros países y organismos vecinos: o reaccionamos o lo vamos a pasar realmente mal. Depende de nosotros mismos: o salimos del estado zombi en el que nos encontramos, nos ponemos a trabajar como un único equipo como sociedad, apartamos a quienes estorben y no paramos hasta recuperarnos por completo; o vamos a malvivir con el virus hasta que dispongamos de la vacuna y con la miseria bastantes años más.

De entre todos los errores, nos gustaría destacar la consideración equivocada de que estamos ante un problema sanitario, para cuya solución es suficiente poner a trabajar a personas de esta función, complementadas con protección civil. El problema es sanitario, pero también económico y social. Hasta que no incorporemos la función de prevención y la de impulso empresarial, no avanzaremos en nada, ni siquiera en evitar el colapso del sistema sanitario. Son imprescindibles las cuatro funciones (sanitaria, protección civil, prevención, empresarial), bajo un liderazgo al servicio de la población.

Desde Valuegensys-safety, aportamos nuestro grano de arena en la gestión de la pandemia y en la recuperación económica. Llevamos desde marzo trabajando con sistemas de ingeniería de prevención sanitaria, definiendo e implantando planes de prevención aplicables a empresas, a sectores y a municipios, que permitan desarrollar las actividades con normalidad, sin contagios y en un ambiente sanitariamente seguro. En el contexto de este escrito, aportamos la función de prevención, a un nivel que, por lo que conocemos que existe actualmente, podemos calificar de muy avanzado, sin riesgo de equivocarnos.

La metodología que hemos desarrollado, mediante un proyecto piloto en un pueblo del Delta del Ebro es aplicable a la protección de las personas, a las empresas, a sectores, a municipios y a entidades de mayor tamaño.

En el próximo artículo, desarrollaremos cómo se soluciona la deriva negativa actual. Y en otro artículo que seguirá a este, describiremos algunas aplicaciones prácticas de esas soluciones a diversas actividades.

Como veremos, la solución es compleja, pero sencilla. Animamos al lector a que esté pendiente de la próxima publicación y aclare esa aparente contradicción.

Julio Herrera

Valuegensys-safety

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