CÓMO RECUPERAR LA ACTIVIDAD ECONÓMICA CON LA COVID-19 (1 de 4): QUÉ HA FALLADO EN LA GESTIÓN PARTE-I

QUÉ HA FALLADO EN LA GESTIÓN DE LA PANDEMIA EN ESPAÑA Y QUÉ DEBEMOS APRENDER – 1ª PARTE

Los resultados acumulados del impacto de la Covid-19 en España, tanto en el ámbito sanitario, como en el económico, sitúan la gestión que se ha realizado en nuestro país entre las peores del mundo.

Tras el desconfinamiento, algunos vendieron humo diciendo que éramos un país seguro, pero el surgimiento de excesivos rebrotes por toda la geografía nacional, ponen de manifiesto que el intento de recuperación de la actividad económica y social ha sido fallido y peor que en otros países. La imagen proyectada al exterior es que no hemos aprendido prácticamente nada y que el avance de la pandemia está descontrolado.

Por el camino actual, esto irá a peor. Y sin resolver el problema sanitario no habrá recuperación económica.

¿Es posible recuperar toda la actividad económica y social, conviviendo con la Covid-19 con relativa tranquilidad y consiguiendo un número residual de contagios y muertes o es una quimera? Rotundamente, SÍ. Es más, hay países enteros que así lo están realizando.

Este es el primer artículo de una serie de cuatro, que aparecerán en los próximos días, que abordan los siguientes temas:

  • QUÉ HA FALLADO en la gestión de la pandemia de la Covid-19 en España (artículos 1 y 2).
  • CÓMO SE SOLUCIONA la deriva negativa actual.
  • CÓMO SE APLICAN LAS SOLUCIONES a las distintas actividades.

El objetivo es arrojar luz a la urgente tarea de recuperar toda la actividad económica y social, con un entorno sanitariamente seguro, que permita estar con tranquilidad.

Que los resultados actuales son de los peores del mundo es un dato indiscutible. Por lo tanto, ponerlo en duda es un insulto a la inteligencia o una indecencia. El que sean de los peores del mundo quiere decir que de haber gestionado la pandemia de una forma diferente, se habrían producido bastantes menos contagios, bastantes menos muertes y bastante menos retroceso de la actividad económica.

Aunque el pasado, pasado está, nada impide que analicemos en profundidad lo que ha ocurrido, aprendamos de nuestros errores y pongamos en marcha acciones con las que recuperar el rumbo perdido.

El 6 de agosto, 20 expertos españoles en salud pública, entre los que hay investigadores, profesores y epidemiólogos, publicaron una carta en la revista de medicina The Lancet, solicitando al Gobierno de España un examen independiente de la gestión de la pandemia de la Covid-19 de los gobiernos autonómicos y central, dados los malos resultados cosechados hasta el momento. Proponen evaluar tres áreas: gestión y toma de decisiones, asesoramiento científico-técnico y capacidad operativa. La finalidad es aprender de los errores, estar mejor preparados para enfrentar las sucesivas olas y prevenir muertes antes de tiempo. Nos parece una buena y útil iniciativa. Nosotros, mediante estos artículos, queremos dar respuesta a las preguntas planteadas. Y con los artículos que aparecerán próximamente, iremos más allá, aportando soluciones y modos de aplicación.

Los errores en la gestión de la pandemia que, en nuestra opinión se han cometido, han sido numerosos y graves y los estructuramos en los siguientes apartados:

  1. No estudiar el peligro, minusvalorarlo y no identificar la gravedad de sus posibles consecuencias.
  2. Marcar objetivos insuficientes.
  3. Equipos de gestión incompletos.
  4. Medidas a adoptar insuficientes.
  5. Ejecución de las acciones necesarias caudillista.
  6. Seguimiento pobre, sin aprendizaje ni corrección
  7. Gestión de la información inútil y convertida en propaganda

En este artículo, abordamos los 4 primeros. El resto y las conclusiones los desarrollamos en el segundo artículo.

PRIMER ERROR: NO ESTUDIAR EL PELIGRO, MINUSVALORARLO Y NO IDENTIFICAR LA GRAVEDAD DE SUS POSIBLES CONSECUENCIAS

Para no descalificar de forma estéril, admitamos temporalmente que la epidemia nos sobrevino a todos por sorpresa. Bueno, a todos no. Para las personas con el encargo de dedicar todo el día a rastrear cualquier amenaza sanitaria, analizarla, evaluar sus posibles consecuencias y dar la alarma cuando puedan ser graves, o sea, del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), no hay justificación. El CCAES no cumplió la misión de alertar que tiene encomendada y terminamos confinados, a pesar de tener tan cerca el ejemplo de Italia.

Otra misión que el CCAES tiene encomendada es la elaboración de los planes de preparación y respuesta ante amenazas para la salud pública. Por lo tanto, una vez confinados, cabría haber esperado que el CCAES, reforzado con los profesionales necesarios, no hubiera levantado el trasero de la silla, hasta tener completamente elaborados los planes de acción para una vuelta acertada a la normalidad, una vez terminado el confinamiento, so pena de provocar una reactivación fallida, como realmente está ocurriendo.

Por lo tanto, los ciudadanos tenemos todo el derecho a enjuiciar que el CCAES no ha servido, ni en primera, ni en segunda instancia. Parece como si no se hubiera tomado la pandemia en serio. Esperemos que, a partir de ahora, cumpla con su misión.

La naturaleza vírica de la amenaza era evidente desde el principio. De la contagiosidad de este virus fuimos espectadores preferentes con el desarrollo de la epidemia en la vecina Italia, así como de su letalidad. Que el tiempo de desarrollo de una vacuna se contaba por quinquenios o decenios, también era una evidencia. Por lo tanto, era innegable que estábamos ante una amenaza sanitaria grave, que la inexistencia de la vacuna nos obligaba a convivir con el virus durante una larga temporada y que, por lo tanto, la sociedad requería políticas eficaces para hacer posible, al mismo tiempo, la contención de la epidemia y el desarrollo de la actividad económica y social con un mínimo de normalidad. No impedir eficazmente el contagio suponía y supone la quiebra del país.

La clave de este error, y en cierta medida su solución, está descrita más arriba: para combatir cualquier amenaza, el primer paso es conocerla y, si hay indicios de que las consecuencias de no combatirla pueden ser graves, hay que estudiarla en profundidad: en el caso que nos ocupa, cómo es el SARS-CoV-2, cómo se comporta, cómo se transmite, qué efectos tiene en distintos tipos de personas, cómo se le identifica, como se le tiene bajo control, cómo se destruye, etc., etc. Solamente una vez que se conoce en profundidad, se pueden generar acciones eficaces de contención, dibujar distintos escenarios en función de la eficacia más probable de esas acciones, evaluar las posibles consecuencias y diseñar diversas estrategias para vencerlo.

Se ha difundido la idea de que sobre este virus y cómo gestionar la pandemia nadie sabía nada, porque era reciente, y esto es una gran mentira. Cuando pusimos en marcha Valuegensys-safety a finales de marzo, dedicamos un generoso número de horas a investigar y estudiar todo el conocimiento disponible que podía aplicar a evitar el contagio del patógeno SARS-CoV-2 y a intentar convivir con cierta normalidad. ¡Qué maravilla de Internet! Lógicamente, nos remontamos a su predecesor, el SARS que impactó en el sudeste asiático en 2003, y seguimos rastreando la Gripe Aviar o H5N1 de Hong Kong del 2009, la Gripe Porcina o H1N1 de México del 2009, el MERS en Medio Oriente en 2013, la expansión del Ébola en 2014 y finalmente el SARS-CoV-2 en China desde diciembre de 2019. Buceamos en el material elaborado por los países que gestionaron con éxito todas esas pandemias: Hong Kong, Taiwan, Corea del Sur, China, Japón y sus respectivos CDCs (centros para el control y prevención de enfermedades). Y descubrimos ingentes cantidades de información y de conocimiento útil, elaborado por numerosos profesionales durante los prolíficos 17 años transcurridos desde el 2003 hasta la actualidad. Sobre los distintos patógenos, sobre cómo protegerse de ellos y sobre medidas preventivas a adoptar para convivir con ellos. Todo ello, primando el punto de vista de la prevención, para mejorar nuestra formación.

Descubrimos, por ejemplo, que un buen número de aeronaves, sirviendo en Asia, fueron dotadas a partir de 2004 de nuevos sistemas de climatización, con mucha mayor renovación de aire y con filtros HEPA, capaces de filtrar el virus SARS y otros, para poder operar con seguridad sanitaria; o también cómo en marzo del presente año se conocía, mediante encuestas en la calle, que la práctica totalidad de la población de Seúl, tenía muy claro el uso de mascarilla auto filtrante (respirator en inglés) tipo KF94 (nuestras FFP2), para protegerse del virus y proteger a los demás. Cómo en Seúl y en Japón, se dedicaban esfuerzos a formar a la población, para que conociera lo básico del peligro, es decir, cómo funciona el SARS-CoV-2 y cómo protegerse de él.

También desde entonces, estuvimos atentos a la información y las recomendaciones que iban produciendo la OMS (Organización Mundial de la Salud), el centro europeo ECDC, el CDC chino, el CDC estadounidense y el español CCAES, como también la IATA y la OMT (Organización Mundial del Turismo), por ser posibles referentes útiles. Y nos fuimos quedando estupefactos cuando, pasaban las semanas, y la OMS seguía sin recomendar el uso de mascarilla adecuada como primerísima medida de protección de la población, usándola todo el tiempo, en flagrante contradicción con las recomendaciones de los mejores expertos de Corea del Sur, Hong Kong, Taiwan e incluso China, este último desde mediados de abril, con una amplia experiencia en epidemias víricas. Y el ECDC, nuestro CCAES e incluso el CDC de EE.UU. a la zaga de la OMS. Hasta 239 científicos de todo el mundo tuvieron que enviarle una carta abierta a la OMS el 4 de julio, sobre la transmisión de la enfermedad a través de aerosoles, pidiéndoles que recomendaran el uso de mascarilla.

Pero, en España, no nos quedamos atrás: nuestras autoridades recomendaron y siguen recomendando a la población el uso de mascarillas caseras o higiénicas o quirúrgicas como medio de protección, cuando esas mascarillas no protegen a quien las lleva del contagio de virus, por el tamaño del mismo.

Podríamos admitir que en febrero y marzo, el virus nos llegó de forma repentina y no hubo tiempo de que lo estudiaran quienes tenían obligación grave de hacerlo. Pero el confinamiento duró casi 100 días, tiempo sobrado para hacerse con el conocimiento necesario. Y desde el 21 de junio ya han pasado, a día de hoy, casi 50 días. Y sin estudio, no se aprende y estás condenado a repetir los mismos errores. El confinamiento frenó la expansión del virus, pero no adoptamos ninguna medida preventiva efectiva, para impedir el contagio de persona a persona; con el desconfinamiento tampoco hemos adoptado ninguna medida de prevención de contagio. Ya lo dijo Einstein: “es de locos esperar resultados distintos si sigues haciendo lo mismo”. Resultado del desconfinamiento: contagios a manta, rebrotes a manta y reactivación económica y social fallida.

 

SEGUNDO ERROR: MARCAR OBJETIVOS INSUFICIENTES

Desde el principio de la pandemia, los países con gobiernos sensatos, que por lo tanto evaluaron el peligro y sus posibles consecuencias con realismo, vieron claro que tenían que proteger y preservar el mayor número de vidas y el sustento de sus ciudadanos (lives and livelihood). Traducido a un lenguaje más emocional y español, se dijeron “aquí no se contagia nadie más, aquí no se muere nadie más y aquí no se pierde ningún puesto de trabajo más”. Y no eran frases atrayentes y embaucadoras dichas por el político de turno. Recordemos casos tales como Nueva Zelanda, Austria, Corea del Sur, Polonia y algunos más, que fueron serios en el análisis, contundentes en las medidas y consistentes en los resultados, mostrando un liderazgo y un espíritu de servicio a sus ciudadanos dignos de admiración.

Su objetivo ha sido salvar el país entero. No han cedido a la falsa y hasta cierto punto cómoda dicotomía de “salvar vidas o salvar la economía”. Han considerado que el confinamiento era la última medida para parar la expansión del virus y que suponía un fracaso para alcanzar el doble objetivo. Algunos de los países anteriores, cuando se han visto obligados a adoptar esa medida, han estado trabajando literalmente sin descanso, hasta restablecer el control de los no contagios y la vuelta a la actividad económica. Y han demostrado que es posible con las suficientes agallas, profesionalidad y trabajo en equipo.

Aquí, no. Pasemos por alto la no gestión hasta mediados de marzo y demos por bueno el confinamiento inicial, para parar en seco la progresión de los contagios. En aquellos días, la obsesión fue “aplanar la curva” y pienso que fue del todo necesario. Pero, durante el confinamiento, hubo mucho tiempo para pensar, trabajar, preparar y arrancar planes de trabajo. Y el objetivo fue muy pobre. Preparamos alguna cosa para “cuando pudiéramos desconfinarnos”, en vez de trabajar para hacer posible el desconfinamiento lo antes posible y con seguridad sanitaria. Sobre todo, lo relativo a cómo convivir con el virus sin contagiarse nadie más.

Como no adoptamos medidas de protección personales contundentes, siquiera formar a la población sobre qué comportamientos tener o evitar para no contagiarse (en aquella época incluso la OMS seguía con su cantinela de la distancia social, también en espacios cerrados), el aplanamiento de la curva fue muy lento y el confinamiento fue alargándose y alargándose, hasta unos innecesarios 98 días. Claro, ante el panorama de no tener ni idea sobre qué hacer para parar el contagio de forma efectiva, incluso era prudente seguir reteniendo a la población en casa.

Para el desconfinamiento, se prepararon planes de contingencia a diversos niveles: en las empresas, para activarlos en cuanto que surgiera un caso de persona infectada o un caso de persona con sospecha de infección. En el sector turístico, incluso se propusieron además unas recomendaciones para la reducción del contagio, a través del ICTE y avaladas por la Secretaría de Estado de Turismo, presentadas con exceso de autobombo. En las CC.AA. planes de contingencia para identificar cualquier rebrote, en cuanto surgiera, y actuar para que no se expandiera más. Pero es que esto no va de reducir contagios, sino de evitar… Y eso requiere planes de prevención, para evitar que se produzcan los contagios, entre los clientes de las empresas y entre todos los ciudadanos, planes de los que no se hicieron prácticamente ninguno y siguen sin hacerse. Siempre corriendo detrás del virus, siempre llegando tarde… Y encima vendiendo la imagen de país seguro para el turismo. ¿Quién va a viajar a un país del que no tiene certeza que estará en un entorno sanitariamente seguro y, por lo tanto, con tranquilidad? ¿Quién irá a un restaurante sin tener la certeza de que estará sanitariamente seguro, sin mascarilla para poder comer, por tanto con tranquilidad, porque disponen de un sistema de extracción de aire que elimina cualquier posible carga vírica? Nadie. Pues el resultado ha sido palmario: no hemos engañado a nadie y el fracaso ha sido total.

¿Y cómo evolucionará la situación actual? Pues evidentemente, en tanto en cuanto no apuntemos al objetivo de evitar que se produzcan los contagios, con múltiples planes de prevención adecuados y eficaces, como veremos en otro artículo, seguiremos llegando tarde, el virus seguirá descontrolado y tendremos que seguir con micro confinamientos.

El descalabro del sector turístico no ha hecho más que empezar, al que seguirá el del comercio y el resto de sectores, a menos que abordemos con valentía, con profesionalidad preventiva y con solidaridad la reactivación de todos ellos.

Otros países han demostrado y están demostrando que apuntar al doble objetivo sanitario y económico y alcanzarlos no es ninguna quimera, sino que se puede realizar con éxito. No hay obstáculo que nos lo impida, fuera de nosotros mismos.

 

TERCER ERROR: EQUIPOS DE GESTIÓN INCOMPLETOS

Si lo único que se ve necesario es ejecutar los planes de contingencia para que no se sature el sistema sanitario y los planes de emergencia para vigilar los micro confinamientos y garantizar los servicios esenciales, el equipo subsiguiente debe estar formado por la función sanitaria y por la función de protección civil. Y esto es lo que tenemos mayoritariamente, en toda la geografía nacional.

Si perseguimos también que no se produzcan contagios y que las personas puedan realizar una vida normal, surge la necesidad de incorporar al equipo la función de Prevención sanitaria, que nos diga cómo tenemos que protegernos las personas y qué formas de operar tenemos que cambiar en las empresas y demás lugares públicos, para evitar que se puedan producir los contagios, creando entornos sanitariamente seguros y vivir con normalidad. Evitando los contagios, evitamos los rebrotes, los ingresos hospitalarios, los ingresos en la UCI y los fallecimientos. O, por lo menos, los reducimos de forma contundente.

Y si también perseguimos que no se produzcan defunciones empresariales, con destrucción de puestos de trabajo, tan imprescindibles en nuestro país desde hace años, surge la necesidad de incorporar al equipo representantes de la función empresarial, que aporten sólida experiencia en navegar con diferentes sectores y llegar a buen puerto en situaciones extremas.

Para las cuatro funciones (sanitaria, emergencias, prevención y empresarial) son necesarios profesionales y especialistas en cada una de las funciones. Si estas funciones están cubiertas por políticos que desconocen la materia, el fracaso no se hará esperar. Nadie puede pretender que los políticos sean especialistas en todo, pero sí que se rodeen de los profesionales adecuados, que los lideren y sobre todo que los dejen trabajar.

 

CUARTO ERROR: MEDIDAS A ADOPTAR INSUFICIENTES

Las medidas adoptadas para gestionar la pandemia han sido reflejo de las funciones presentes en los equipos: las sanitarias y las de emergencias. Del todo insuficientes.

Sin la presencia de la función de prevención sanitaria, no se han definido ni implementado planes de prevención completos y eficaces para evitar el contagio de las personas.

El virus “salta” de persona a persona y es a ese nivel al que hay que combatirlo. Es cada persona quien combate o no, y gana o pierde con el virus. Es a cada persona a la que hay que dotar de los medios para que conviva con el virus y triunfe. Esto incluye, como veremos con más detalle en otro artículo, dos apartados: 1) medios personales de protección y 2) formación de cada persona, para que evalúe en cada circunstancia de su vida si va suficientemente protegida y actúe en consecuencia para impedir el contagio. En Valuegensys-safety, venimos alertando de la necesidad de ambas medidas, en los trabajos que hemos realizado y también, desde mediados de mayo, a través de nuestra plataforma digital.

Pues ni se ha dado ninguna formación sobre cómo protegerse, ni se ha facilitado que la población se provea de medios de protección eficaces. Es más, se les ha recomendado que usen preferentemente mascarillas que no los protegen del contagio del virus.

El caso del personal sanitario ha sido y sigue siendo clamoroso. Profesionales con alta exposición al riesgo de contagio diariamente con protecciones insuficientes. El resultado no se ha hecho esperar: récord mundial, por malo, de muertes e incidentes entre el personal sanitario por millón de habitantes.

Para conseguir el no contagio, las medidas de protección individuales deben ser completadas con los planes de prevención en las empresas y en los lugares públicos, para cuya definición hay que estudiar las circunstancias en las que se da el servicio en cada lugar y concretar qué cambios hay que realizar en las operaciones, para que las personas estén protegidas de las instalaciones y qué comportamientos tienen todos que observar. Esto significa promover un despliegue masivo de planes de prevención adecuados a la actividad de cada empresa, establecimiento e institución.

En el ámbito de la función empresarial, ha sido adecuada la promoción de los ertes y la financiación de las empresas para que tuvieran liquidez. Pero estas medidas vuelven a ser para el período de confinamiento, es decir, para favorecer que las empresas no cierren mientras no tienen actividad. Esto es necesario, pero vuelve a ser totalmente insuficiente.

Para reactivar la actividad es necesario, además, impulso empresarial y esto requiere estrategias y planes de acción específicos por sectores, realizados por buenos especialistas, capaces de competir en un entorno competitivo internacional y fuertemente adverso.

El caso del sector turístico ha sido patético. Es el sector que más riqueza aporta a la economía española, con 176.000 millones de euros anuales, que representan el 14,6% del PIB, con 2,8 millones de empleos, situándonos como la segunda potencia mundial, fruto del trabajo bien hecho de tantas personas y buenos profesionales durante bastantes años.

A inicios de agosto, casi todos los países Schengen, junto con Reino Unido, este último nuestro origen turístico exterior número uno, recomiendan no viajar a España para hacer turismo, mediante diversas medidas.

Con todo, lo peor no serán los más de 100.000 millones de euros que el sector dejará de facturar, sino el gran número de empresas y de puestos de trabajo que desaparecerán. Y el impacto que esto tendrá en los proveedores de bienes y servicios del sector, con cierre de más empresas y pérdida de más puestos de trabajo. Sobre todo, empresas pequeñas. Habrá mucha gente, necesitada, que lo pasará muy mal.

¿Qué no hemos hecho o qué hemos hecho equivocadamente para desembocar en este descalabro?

Lo anterior significa que, mientras no tengamos otros sectores que lo compensen, el sector turístico es hoy por hoy, por su peso, ESTRATÉGICO y que, como es obvio para cualquier persona normal, ha requerido, requiere y requerirá un esfuerzo y empeño al máximo nivel de gente que sepa de verdad, a menos que queramos terminar en la más absoluta ruina. Quien no sepa o no quiera, que se aparte y deje trabajar a los demás. Ojalá desarrollemos otros sectores para diversificar la economía, pero de momento, es lo que tenemos.

Pues ese enfoque estratégico ha brillado por su ausencia. Es más, en mi opinión, en muy escasas ocasiones se ha escuchado a los profesionales que podían y pueden ayudar. Claro, siempre que por escuchar entendamos no solamente oír, sino atender, preguntar, entender, concluir, pedir ayuda y actuar para cambiar el rumbo indeseado de las cosas.

Otra vez hemos mostrado un interés nulo en estudiar o en escuchar a quienes han estudiado. El turismo de un país pende del hilo de la seguridad. En la Organización Mundial del Turismo (UNWTO), cuya sede central está en España, como potencia mundial del turismo que es, hay disponible información riquísima sobre el impacto de la seguridad en el desarrollo turístico de un país. Es el factor número uno para siquiera plantearse empezar el desarrollo. Están documentados el desarrollo de diversos lugares del planeta y la afectación de sucesos graves, tales como el 11S, diversas epidemias, otros actos de terrorismo en Europa, en Turquía, Egipto, Túnez, etc. En España, hemos disfrutado estos últimos años de tener clientes prestados por causa del terrorismo al otro lado del Mediterráneo. Sabemos o deberíamos saber con certeza absoluta que sin seguridad física o sanitaria no hay turismo. Y la razón es muy simple: las personas vamos de vacaciones a descansar y a disfrutar, no a sufrir. ¿Quién va a llevar a miembros de su familia a una zona en la que pueden sufrir? Nadie. Por tanto, ha sido y es imprescindible disponer de entornos sanitariamente seguros, en los que se pueda estar con tranquilidad. Y algunos se sorprenden todavía de que otros países recomienden no viajar a España…

Las personas no vamos de vacaciones a un destino para estar encerrados en un hotel. Al menos, si fuera un gran resort vacacional en un lugar paradisiaco… No se ha promovido y se han ignorado propuestas de crear destinos sanitariamente seguros, oasis en los que todas las personas llevaran protección personal y todas las empresas, establecimientos y lugares públicos tuvieran desplegados planes eficaces de prevención del contagio, con pasillos de acceso y cierre perimetral, control de entradas y salidas, para minimizar la entrada de carga vírica y medidas interiores para extraer cualquier carga vírica residual, impidiendo los contagios.

Por otra parte, muchas empresas turísticas soportan un alto porcentaje de gastos fijos para operar, lo que se traduce en necesitar porcentajes de ocupación también relativamente altos, para no incurrir en pérdidas y poner en peligro su viabilidad. Por ejemplo, aunque depende de la estructura de costes de cada aerolínea, podríamos decir que un avión que vuele con una ocupación inferior al 70-80% (depende del tipo de compañía), no genera margen. O un hotel por debajo del 50%, tampoco. O según qué restaurantes por debajo del 40%, tampoco. Dar por bueno, por lo tanto, medidas que impliquen ocupaciones inferiores a las anteriores, tales como dejar vacío el asiento intermedio del avión, limitaciones excesivas de aforo de hoteles, restaurantes y bares, etc. es totalmente inviable. Son necesarias medidas que generen un entorno sanitariamente seguro, pero también económicamente viable. Pues son conocidas cómo las recomendaciones han ido por este camino y cómo diversos subsectores no han tenido más remedio que no reabrir.

Esto no es banal. La excelencia se promueve cuando luchamos para llegar un poco más allá de lo que pensamos que somos capaces. De haber apuntado al necesario objetivo de hacer compatible altos niveles de ocupación con un entorno sanitariamente seguro, sobre todo en espacios cerrados, nos habríamos adentrado, casi de forma natural, en el campo de la ventilación de los locales cerrados, para ver cómo tenemos que reforzar la extracción de aire, para eliminar las posibles cargas víricas residuales. No planteárselo siquiera, desemboca en medidas de prevención insuficientes.

Se ha ignorado también que un sector turístico no se puede abrir de un día para otro. La puesta en marcha de muchos servicios requiere preparación y coordinación, para que todos los servicios que va a requerir el cliente estén en marcha al mismo tiempo. Requiere un esfuerzo conjunto de comunicación a los clientes potenciales y la correspondiente distribución. Y esto implica hacer una estimación de recursos, la planificación de una fecha de arranque del conjunto consensuada con los proveedores y facilitar el arranque. Pues tampoco se ha hecho nada de esto.

Hemos dicho que éramos seguros y todo el mundo entendió que uno de los países del mundo que más sabe de turismo, sabría cómo organizar las cosas para estar una vez más a la altura de las expectativas de sus clientes, en esta ocasión, en el ámbito de la seguridad sanitaria. Pero eran otros faroles de los políticos y semi-políticos de turno, sin ningún fundamento. Hemos querido engañar, diciendo que éramos seguros cuando no era cierto y a los únicos que hemos engañado ha sido a nosotros mismos.

No sólo hemos roto la confianza de nuestros clientes en nuestra capacidad de gestionar adecuadamente el turismo en medio de la pandemia, sino que además hemos roto la confianza en las personas, al crear una imagen de mentirosos, mintiendo en el número de fallecidos, mintiendo con el invento del comité de expertos, mintiendo en que habíamos adoptado medidas eficaces de contención, lo cual está produciendo numerosos rebrotes, etc., etc. Ahora, nadie del exterior se fía de nosotros. Y en esas circunstancias, hay quienes nos consideran apestados por el virus y apestados por la mentira. Nuestros competidores turísticos llevan semanas relamiéndose.

En estas circunstancias, hasta que no mostremos y demostremos claramente a todo el mundo que estamos limpios y que somos capaces de permanecer limpios, los turistas no volverán.

No podemos esperar a que esté disponible la vacuna y, por lo tanto, hay que actuar ya en todos los sectores. Ahora, tenemos delante un reto inminente: quedan pocas semanas para el inicio del curso escolar. Muchos colegios están perdidos y no saben qué medidas de prevención les conviene adoptar para poder desarrollar sus actividades con suficiente normalidad. La administración central dice delegar en las CC.AA. y estas dicen delegar en los colegios. ¡Qué forma tan bochornosa de quitarse el problema de encima, en vez de ayudar! Parece como si no hubiera sido suficiente el trato miserable con nuestros mayores, que han fallecido como insectos, sino que ahora también les va a tocar a los más jóvenes.

Animamos al lector a que esté pendiente de la próxima publicación, en la que desarrollaremos el resto de errores en la gestión de la pandemia y las conclusiones.

Julio Herrera

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